Leonardo Quijarro Santibáñez
Centro de Estudios Navales y Marítimos de la Academia de Guerra Naval

Con la incorporación de los submarinos a la guerra desde la Primera Guerra Mundial, y con fuerza en la Segunda Conflagración Mundial, esta nueva y novedosa arma ha sido uno de los grandes desafíos en la guerra moderna.
En particular, durante la Batalla del Atlántico, la táctica del ataque a los convoyes aliados realizado por la fuerza de submarinos alemanes, conocida como “Cacería en Manada de Lobos”, que buscaba desgastar las grandes formaciones de buques mercantes que transportaban distintos recursos al Viejo Continente, mediante el ataque coordinado de los submarinos desde diferentes ejes. Los resultados fueron devastadores hasta que apareció en escena el sonar, acrónimo de “Sound Navigation and Ranging”, que permiten realizar la comunicación submarina y a su vez, la detección de objetos bajo la superficie del mar. El empleo de estos sistemas, sumado a las aeronaves, cambiaron el curso de la guerra antisubmarina en el Atlántico.
A partir de esa realidad es que, tanto cazadores como presas, concepto aplicable en forma indistinta a buques de superficie y submarinos, por cuanto pueden ser lo uno y lo otro dependiendo de la situación táctica, es que han buscado mejorar su sigilo y las tecnologías para lograr la detección del otro en el ambiente subacuático.
Desde la perspectiva de los submarinos, estos pueden ofrecer una capacidad única, cual es, explotar la vastedad de los océanos y mares para esconderse de los sensores del enemigo y atacar desde bajo la superficie los blancos adversarios. Para lograr lo anterior debe aprovechar los efectos del agua sobre la propagación del sonido, la que la atenúa significativamente, teniendo particular impacto en lo anterior, la temperatura del agua de mar.
El cambio climático está teniendo efectos no solo en la atmósfera, sino que también en los mares y océanos, algo que ha sido documentado por diferentes organizaciones en el mundo desde hace un par de décadas. En general, el agua se está calentando, no solo en la superficie, sino que también en las profundidades. La variación de la salinidad, por ejemplo, producto de los desbalances en el ciclo del agua y el derretimiento de grandes masas de hielo, están generando impacto en las características de corrientes, tanto en su dirección como en su magnitud.
En la actualidad, marinas y organizaciones civiles se encuentra desarrollando diferentes investigaciones, con el propósito de determinar la persistencia y variación de los valores existentes respecto de las aguas en diferentes partes del mundo, empleando para ello modelos numéricos de acústica. Los citados modelos son empleados para poder prospectar la evolución de estas temperaturas y, de esta forma, adecuar los sistemas y equipos empleados en la guerra antisubmarina a emplearse en las nuevas y futuras plataformas. Es así como estudios, realizados por los investigadores Andrea y Mauro Gilli, comparando los valores registrados entre 1970 y 1999 y aquellos proyectados para 2070 a 2999, muestran que, en la mayor parte de los océanos, los alcances de detección de submarinos presentan variaciones importantes. A modo de ejemplo, en el Mar del Norte, los alcances de detección disminuyen de 60km a 35km en el citado periodo de tiempo. Por el contrario, en el Mar de Japón, esta realidad es a la inversa, donde los alcances aumentarían de 10km a 45km.
Es así como cabe preguntarse cuál será la realidad en nuestras costas y espacios marítimos sobre los que ejercemos soberanía y sobre aquellos que tenemos alguna responsabilidad.
En nuestro país, el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada, SHOA, viene realizando el monitoreo de las temperaturas de las aguas, fundamentalmente, aquella superficial, pero en un margen de tiempo bastante amplio, aproximadamente 30 años, permitiendo constatar que, nuestras aguas presentan una tendencia a bajar su temperatura en las últimas décadas, validando de esta forma un estudio realizado por los investigadores Falvey y Garreaud, publicado en 2009, quienes constataron una disminución de aproximadamente 0,2° C/década en período entre 1979 y 2006. Este efecto se pudo constatar no solo afecta la costa, sino que también una franja que se proyectaría hasta cerca de los 70 km producto del fenómeno de surgencia costera.
Como conclusión, el cambio climático y, como consecuencia, en las temperaturas de las aguas de los mares y océanos, tiene y tendrá efectos importantes en el devenir de los encuentros entre los buques de superficie y los submarinos. El monitoreo de las variaciones de temperatura, no solo en cercanías de costa, sino también de los espacios oceánicos, como también, de su registro a diferentes profundidades, permitirán, no solo una prospectiva de los alcances de detección esperados, sino también, las variaciones o mejoras a desarrollar en los sistema y equipos involucrados en el enfrentamiento entre cazadores y presas.
